Escoge al popular, al talentoso, al
articulado y amante generoso; escoge al bien formado, al protector, al honrado
con destellos por sonrisa; escoge al solidario, al valiente, al sensible de los
ojos con alma. Porque él es el artista del amor, el cerebro sin temor; él entiende tu
mirada, escucha tu silencio, sabe el cómo y el cuándo; él es el casi irreal que
se puede tocar, aquella ficción que nadie desmintió.
Pero si
un día el champán pierde sus burbujas y el sol solo te da su frio, entonces acuérdate
de mí, el trágico, el incierto, el de la camisa rota y la medalla de hojalata; si
las nubes ya no te sostienen o las mariposas quiebran su vuelo y se asfixian en
tu estomago, entonces escógeme a mí, el esperador desesperado, el historiador
de tu primer y último beso, el buceador ahogado en tus recuerdos.
Siempre estaré ahí, fiel portador de tu
veneno, tu segundo premio inmaculado, ajeno al tiempo, venciendo a la razón, con
la vana esperanza de que alguien en algún lugar invente tu antídoto, con el
agónico capricho de que aquel distante último beso deje un
día de serlo.
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