Sunday, 27 July 2014

El camaretiartisteta está triste, qué tendrá el camaretiartisteta

Vimos la luz, la luz que trajiste; en la boca del río se ahogó, el miedo la asfixió, una vez más.
Quedamos a la deriva, una vez más.

La lucha sigue, los puños vuelan sin dirección ni mesura.
Lucha externa, masacre interna.
Golpeas tan fuerte que tus heridas erupcionan todas al unísono. Los golpes te abren las mejillas, la sangre inunda la cama, aun así no despiertas.

Ira, envidia, avaricia, confusión y  frustración, todos los parásitos han de arder, dejar espacio a la vida para que pueda crecer y hacerse sentir.

La búsqueda sigue,  la marioneta camina sin dirección ni coherencia.
Buscas un cuerpo hermoso y cálido donde anide una mente lúcida, unos ojos que vean la comedia que esconde cada tragedia, un lugar donde el viento silbe a la verdad y la descubra con cada soplo sutil.

Queremos ser algo, queremos ser alguien; hay tantas voces allá fuera que para cuando oímos la nuestra no nos quedan fuerzas para materializar su  mensaje.
Si tan solo consiguiéramos limpiar los oídos de adentro, verlos al menos...

La vocación no es clara, la vocación no alimenta. ¿ La seguirás? ¿ De qué vivirás? ¿ Se pudrirá tu alma ejerciendo la vocación de otro?

Y la locura. Acecha cada noche. Nos mira y se esconde, nos mira y se esconde.
De la mano nos lleva hasta el solar, y allí nos suelta, en la penumbra de la nada.

En los lugares donde la suerte nunca se vislumbró, la humanidad se aniquila, física y mentalmente.
Aquí, en nuestros fortines de amargo bienestar, solo está permitido aniquilar la mente. Jefes, dirigentes, magnates. Ellos se encargarán de ello.

Pero aunque tú te lleves la luz, siempre quedan otras, fieles y piadosas, las luces del arte, la tierra, el mar y la amistad, que, con bendita puntualidad, iluminan las rocas que han de llevarnos a nuestro trono y a nuestra tumba con paso feliz e impenitente mientras escuchamos la dulce cadencia del final de la batalla.

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