Nicosia es tráfico, racismo, fealdad arquitectónica, cerveza cara, restricciones imposibles... Una ciudad donde los peatones son parias, donde no eres nadie si no tienes coche. Sus calles así lo atestiguan: grandes avenidas donde competir por ser el más ruidoso, macarra y descerebrado.
Nicosia también es flores, misterio, mezquitas arrebatadoras y tabernas únicas. Su casco antiguo embelesa a cualquiera cuyos sentidos sigan ejerciendo. Aunque la mezcla de tensión y polución del ambiente hace que estos aspectos positivos se diluyan. Una tensión exacerbada por el fantasma de la guerra y el presente de la división.
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