Fue un día de dependencia astral; primero al sol, luego a las estrellas. Ellos nos fueron guiando y dictando como actuar en cada momento. Nos alejábamos y acercábamos a su merced.
Tú tratabas de revelarme constelaciones que despertaban del sueño diurno; mientras, yo, cambiaba los nombres de los planetas con osadía y dudosa credibilidad. Reparamos en lo fácil que es dejar de apreciar lo fascinante de este mundo y de sus componentes más elementales, como estos astros que tantas incógnitas nos generan. También recuerdo que humanizamos los ladridos de los perros, y que reímos como si nos fuera la vida en ello.
En el día de los astros se me helaron los pies, pero una calidez inusitada prendió en mí y me devolvió a la existencia de manera abrupta. En el día de los astros, se iluminaron tus colores más vivos y me impregnaron todo su fervor.
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