Wednesday 14 February 2018

Montaña mágica

Regreso a la montaña sin retorno. De nuevo perdidos en las sendas del amor y el terror, clamando a la noche que no nos muestre la salida. Poco después, le rogaríamos piedad.
Aquella tarde, el sol se adormeció, olvidando cederle su puesto a la luna. Este detalle fue lo que llevó nuestras letárgicas posaderas (reblandecidas por el turismo introspectivo y calmo, más afín a la tercera edad) en dirección hacia la gran roca madre.
Una vez allí, el tiempo fue devorado por la alegría de estar juntos, de tal forma que la oscuridad pareció caer sobre nosotros de un modo abrupto e inesperado. Caminamos sin cesar, cultivando una expansiva inquietud  que se dilataba por minutos. El sendero de vuelta a nuestros luminosos habitáculos se volvía inalcanzable. Los sonidos de criaturas irreconocibles y la presencia de casas abandonadas no hicieron sino acelerar nuestros ritmos cardíacos hasta cotas alarmantes.Cierto pánico se apoderó de ella, contagiándome sus vibraciones a través de los dedos. Empecé a vislumbrar un desfile de psicópatas sanguinarios a mi alrededor; mi mente se volvió tan tenebrosa como el exterior. ¿Habría más amaneceres? 
Al final conseguimos salir de la montaña imantada. El éxtasis de la liberación fue algo difícil de olvidar.
Aunque, por otro lado, y desafiando a las leyes de la lógica, a ambos nos hubiese gustado quedarnos en esa noche sin salida para siempre.

No comments:

Post a Comment